jueves, 22 de marzo de 2012

Educación política 3

EL PARTIDO ÚNICO DEL PROLETARIADO
Por: Vicente Lombardo Toledano

El partido del proletariado es el motor del tránsito del régimen capitalista al sistema socialista, porque el proletariado es el único que tiene interés en suprimir la propiedad privada de los medios de producción y transformarla en propiedad social, en propiedad colectiva. Las otras clases sociales tienen un interés opuesto: el de mantener la propiedad privada, las formas de producción capitalista. Algunas de ellas, especialmente en los países subdesarrollados –coloniales o semicoloniales– pueden coincidir con los intereses de la clase obrera ante los objetivos concretos que esta persiga en la etapa de transición; pero no están de acuerdo con el fin último del proletariado, que es la supresión de la lucha de clases, por la extinción de las clases, tan pronto como el Estado se convierta en un instrumento de la clase obrera.

El partido único de la clase obrera, armado de la filosofía del materialismo dialéctico, como fuerza dirigente principal en el paso del capitalismo al socialismo, es en México, como en todos los países capitalistas del mundo, el requisito principal para la transformación profunda de la sociedad. Pero ¿qué debe entenderse por un partido de la clase obrera?

¿Basta con que un partido se declare vanguardia del proletariado para que lo sea en verdad? ¿Es suficiente que un partido se considere depositario de la filosofía del marxismo-leninismo para que posea este tesoro inmenso de la cultura universal y de los principios y métodos para llegar al poder por el sólo hecho de decirlo?

A la vanguardia del proletariado no se llega por un acto de magia. Hay que conquistar el puesto de vanguardia y a esa posición no se arriba de un día para otro, sino por un largo proceso de estudio y de lucha, de contacto diario con los trabajadores, con sus demandas, analizándolas de manera exhaustiva y orientándolas para que puedan alcanzarlas.

El contacto con la clase obrera, el estudio de sus reivindicaciones y la defensa acertada de ellas para conducirlas al éxito y no a la capitulación, es el punto de partida para el trabajo del partido comunista, del partido del proletariado. Si ese vínculo no existe, el partido no podrá movilizar a las masas porque éstas sólo actúan cuando aprecian sus problemas desde todos los ángulos posibles y se convencen de que la acción que se le propone es la que puede conducirlas a la conquista de sus exigencias con los menores riesgos posibles.

No es el partido del proletariado el que debe calificarse como vanguardia de la clase obrera, sino ésta la que debe darle ese título. De otra suerte, podrá el partido repetir hasta el cansancio que es la vanguardia de la clase trabajadora sin que ésta se entere siquiera de su existencia.

El partido único de la clase obrera en México tiene que ser un partido nuevo, que repudie el dogmatismo, el sectarismo, el oportunismo y el revisionismo. Ese partido único del proletariado, con influencia verdadera en las grandes masas del proletariado, está apenas en formación; pero para crecer cuantitativa y cualitativamente, debe desterrar los tremendos errores que han cometido durante cuarenta años los que se han declarado dirigentes del partido de la clase obrera mexicana.

El dogmatismo conduce al esquematismo, a la caricatura de la realidad, privándola de toda su riqueza, de su complejidad y de su fuerza potencial creadora. Conduce a la substitución de las consignas basadas en el examen crítico de los hechos, por las consignas que falsifican o inventan la realidad.

El dogmatismo lleva indefectiblemente al talmudismo. A la repetición mecánica de los “textos sagrados”, como si éstos fueran un recetario para todos los problemas de la humanidad, de hoy y de mañana. Por eso se da el espectáculo en México, con frecuencia, de polémicas entre supuestos marxistas-leninistas, en los que unos y otros, para respaldar sus argumentos, acuden a Marx, a Engels o a Lenin, como verdaderos saqueadores de sepulcros, citando sus concepciones de un modo mecánico, antihistórico, creyendo que de este modo suplen su ignorancia y quedan a salvo de su responsabilidad.
  
Los dogmáticos proceden precisamente en contra de lo que decía Lenin, en “Nuestro Programa”, en la segunda mitad de 1899: “Nosotros no consideramos, en absoluto, la teoría de Marx como algo acabado o intangible: estamos convencidos, por el contrario, de que esta teoría no ha hecho sino colocar las piedras angulares de la ciencia que los socialistasdeben impulsar en todos los sentidos, siempre que no quieran quedar rezagados en la vida.”

El sectarismo es, como el dogmatismo, una concepción antidialéctica de la naturaleza y de la vida social. Parte de dogmas y no de principios en constante renovación. No intenta interpretar las leyes de la evolución del capitalismo descubiertas por el marxismo-leninismo, que son validas porque corresponden a la esencia de la realidad en proceso de cambio, sino que se limita a poner etiquetas o rótulos a los hechos y a las fuerzas sociales, según su concepción arbitraria de lo que ocurre.

El revisionismo es una fuga vergonzante de la filosofía del materialismo dialéctico y de la lucha revolucionaria. Un disfraz que esconde a la heterodoxia, el repudio de los principios que mantienen su validez, dándoles una interpretación falsa para encubrir una conducta ajena a la teoría política del proletariado.

Un partido único de la clase obrera en México, que será, antes y después de tomar el poder, una minoría dentro de la propia clase trabajadora, debe ser un partido de tipo nuevo, ajeno al dogmatismo, al sectarismo y al revisionismo, que represente a las fuerzas revolucionarias inspiradas en la filosofía del materialismo dialéctico. Un partido comunista único debe examinar las causas del fracaso del partido dogmático y sectario del pasado, y también, las formas eficaces para su crecimiento y su prestigio ante la clase trabajadora.

Para que esto pueda ocurrir es necesario que todos los cuadros y militantes honestos al servicio de los intereses y de los objetivos inmediatos y futuros de la clase obrera, reconozcan sus fallas y errores y se asocien con humildad y limpieza de propósitos para construir el instrumento político del proletariado. Porque querer hacer la unidad sobre la base de señalar culpas o errores en otros, y afirmar que los comunistas mexicanos no han incurrido en ellos, es puro infantilismo y falta de lealtad a los principios de la clase obrera. La crítica y la autocrítica para examinar los resultados del dogmatismo del dogmatismo y del sectarismo, sin admitir que se ha incurrido en ellos, no conduce sino a la pérdida de un tiempo precioso que no se puede recobrar y a una discusión estéril basada en los adjetivos y no en las ideas.   

El partido único de la clase obrera debe inspirarse en las enseñanzas de Marx, de Engels y de Lenin, y también en las aportaciones que los estudiosos y los militantes del socialismo científico han hecho en muchas partes del mundo. En los países capitalistas y en los que han sufrido la intervención del imperialismo, la clase obrera y sus mejores dirigentes han contribuido al desarrollo de las fuerzas revolucionarias. Basándose en el marxismo y examinando a la luz de su doctrina la realidad concreta de su país, han cooperado a transformarla al precisar el camino de transición y sus perspectivas.

(Extractos del libro ¿Moscú o Pekín? La vía mexicana hacia el socialismo, 1963)

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