domingo, 11 de marzo de 2012

Democracia, enajenación y sucesión 2012 (5.2)

Entre el votar y la inutilidad de la elección burguesa
Por Ulianov Marín (PPS)

La serie empezó diciendo que resulta muy evidente que el término democracia ya no representa lo que se supone debería significar o aquello que el sentido común le obligaría a implicar, es decir que es un signo que se ha alejado de su referente por la enajenación común a todo lo que toca el capital.

Este proceso de enajenación tiene consecuencias directas en la utilidad que pueden tener para un colectivo la serie de fenómenos asociados al concepto democracia, en la medida que dejan de ser hechos que permitan relaciones constructivas entre los seres humanos y se convierten en mecanismos de control a partir de la manipulación de determinadas premisas, empezando por la conciencia.

Para hablar de democracia habría que empezar delimitando el ámbito cultural donde funciona el concepto. Es decir, dejar claro que democracia es un concepto más amplio que los meros hechos electorales o los mecanismos para la elección de representantes a los gobiernos o gobernantes tomando en cuenta las variantes que existen para estos hechos en cada país. Habría que delimitar democracia como la posibilidad de desarrollo de las habilidades de cada ser humano y su aplicación al cotidiano para obtener recursos suficientes que permitan una vida digna y el crecimiento del individuo en todos los sentidos que la cultura exige.

Es ridículo que este tipo de democracia está perfectamente delimitado en el inciso A del artículo 26 de la constitución: «A. El Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima solidez, dinamismo, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la democratización política, social y cultural de la Nación». Primero hay que entender que la Nación mexicana somos todos los mexicanos y dejarnos de abstracciones absurdas sobre este tipo de términos, antes se había hablado en este sentido de la manera en que se hace referencia a las empresas propiedad del pueblo o de la Nación que se enmascara diciendo “empresas paraestatales”.

Es democrático que todos los mexicanos (varones, mujeres, indígenas, LGBT, negros, mestizos, jóvenes, viejos... todos) tengamos las mismas posibilidades para desarrollarnos como es poco democrático que se privilegie el desarrollo –aun sea parcial- de grupos o segmentos de población. Peor aún cuando esos privilegios se otorgan a los grupos económicamente más poderosos, entonces es que la brecha entre riqueza y pobreza se incrementa, los ricos se hacen más ricos mientras los pobres pierden capacidad económica, al tiempo en que se reduce la cantidad de ricos y la pobreza se incrementa.

La aplicación en México de las políticas neoliberales implica la violación del artículo 26 de la constitución en la medida que el neoliberalismo impide ese desarrollo democrático o la democratización de la vida (pienso que es lo mismo) de que habla la carta magna mexicana. Esto queda claro desde el análisis de las posturas filosóficas posmodernas (la filosofía del neoliberalismo) que al pretender anular la historia, la materia y el sujeto, eliminan la posibilidad de democracia real o democratización de la vida, porque trata de convertir al sujeto en objeto, le “cosifica”.

El primer rasgo es la absurda idea del “Estado obeso” combinada con la equivocada política fiscal de condonar impuestos a las grandes industrias. Claro que coca-cola no paga los enormes volúmenes de agua que consume y desperdicia ni para proceso ni en la misma producción, por el contrario se le otorgan recursos porque es una empresa que “genera empleos” (aunque a diario haya recortes de personal), porque es una empresa “socialmente responsable” porque hace botellas reciclables (no obstante son responsables de parte de la contaminación de los ríos del Valle de Toluca al menos) y además le regalan la deducción de impuestos por donativos como el fraude teletón del que ya se habló antes.

El caso es que el Estado que no tiene empresas del pueblo para hacerse de recursos y que tampoco tiene ingresos por los impuestos que deberían pagar los grandes consorcios, sobre todo los transnacionales, no tiene forma de cumplir con su labor democratizadora de la vida, no puede garantizar a las personas su desarrollo en ningún sentido. Se trata de Estados débiles al servicio del mejor postor, por eso los foxistas dejaron escapar al Chapo y los calderonistas no le quieren atrapar, por eso hacia el exterior sólo hacen lo que les dictan desde Washington.

La violación al artículo 26 constitucional empieza cuando no son capaces de diseñar políticas económicas que permitan la democratización de la vida. México no crece, aunque intenten maquillar las cifras todos los días en los mass-media, sabemos que el aproximadamente 0.6% real que supuestamente creció la economía mexicana no corresponde a la economía mexicana sino a las grandes fortunas como la de Slim que asociado a marcas como Apple o Microsoft y “transando” de forma tan indecente a los clientes de Telmex y Telcel sigue ganando bajo el amparo que le da el Estado que ha adquirido y del que Zedillo, Fox y Calderón han sido los títeres principales (Salinas “acarreaba agua a su molino”).

Parece que me he desviado del tema porque he abordado más sobre la democracia en general o lo económico y el tema era “lo electoral” en una democracia representativa. El caso es que me pareció necesario abordar la obligación de democratización de la vida de todos los mexicanos que el artículo 26 de la constitución asigna al Estado. ¿y la cuestión electoral que? Bueno... de bromas a bromas, una de las mayores y de muy mal gusto en la sociedad capitalista-neoliberal-posmoderna es la cuestión electoral y es “la punta del iceberg” en lo que hace a la falta de democracia en México, la violación del artículo constitucional que se ha citado antes.

En primer lugar, desde la aplicación de las políticas de mercado a la transmisión de información por los medios masivos de comunicación a partir de los años 60’ del siglo XX, se ha educado a la gente en la noción de que democracia sólo implica la capacidad de participar en los hechos electorales. Por supuesto que esa participación se reduce al ejercicio del voto porque en una democracia representativa el “ciudadano de a pie”, las personas comunes como nosotros nunca podremos acceder a un puesto de “elección popular”.

Esos puestos de “elección popular” en realidad están circunscritos a los representantes de las grandes empresas y del crimen organizado, sea como parte de esos grupos –el caso de Salinas de Gortari- o como los siguientes presidentes que prostituyeron el poder político al mejor postor (perdón por redundar tanto). Es decir que la única ideología que mueve a los grupos políticos con registro electoral es el beneficio económico.

Tengo que aclarar que al hablar del presidente en turno se habla en realidad de todo el equipo que hace al gobierno en turno y se identifica con una persona que se supone dirige a dicho equipo, sirva esto como paréntesis en tanto se puede leer en esto el equivoco de sólo poner responsabilidad en un sujeto cuando en realidad hay muchos involucrados, todos los operadores políticos de cada régimen.

Cuando vamos a las urnas no solo estamos eligiendo a una persona que dirigirá a un equipo de gobierno, en realidad estaríamos eligiendo a un equipo que pondrá en práctica ciertas políticas y sobre todo estaríamos eligiendo esas políticas, en teoría lo importante de una elección radica en la posibilidad de optar por una serie de acciones para resolver los problemas prioritarios de la nación, del pueblo. Esas acciones o políticas serán aplicadas por una serie de individuos que conforman un equipo de trabajo y que son coordinados por un sujeto que identificamos como jefe del ejecutivo, en el caso que toca para el próximo verano será presidente del la república y en algunos casos también municipales... pero resulta que por “tradición” esto se entiende al revés: se elije a un sujeto y lo demás ya no importa, como si un sujeto tuviera la omnipotencia divina o mínimo, la varita de Mr. Potter para resolver los problemas.

Dice “tradición” entre comillas, es que esa “tradición” es una falacia, una serie de mecanismos de mercado donde el establishment -o sea la burguesía y sus títeres- difunden la idea que una elección es simplemente optar por un sujeto y el resto de las cosas importantes a elegir en el mismo acto no importa. Claro, por eso es “representativa” su democracia, porque sólo se eligen representantes y nada más, la siguiente pregunta es: ¿representantes de qué o de quién?

Definitivamente del pueblo no, nuestros no y es allí donde sabemos que nonos representan y que ninguno de los sujetos “presidenciables” representa al pueblo sino a la burguesía. La derecha fascista intolerante que sin mascaras representa a la oligarquía internacional y a la que hay que sacar del gobierno como premisa fundamental. Los frentes de masas disfrazados de partidos políticos socialdemócratas (de centro) que representan a quien pueda pagar mejor y esos son también los burgueses. La falsa izquierda con sus políticas de paliativo hacia el pueblo y que representan igualmente a quien mejor pueda pagar.

El principal problema en la democracia representativa es que la burguesía por los medios de difusión masiva transmiten la idea que se elige a un sujeto, un representante, cuando en realidad se debe elegir una política y a un equipo de trabajo que implementará esa política y que será coordinado por un sujeto. Es decir que si somos un poco inteligentes y podemos leer necesitamos fijarnos en el programa que están proponiendo los partidos y sus candidatos, no sólo en el rostro del sujeto que representa “la cara” de la campaña comercial con que intentan vendernos “nada”... por supuesto que nada porque sólo ofrecen un cascarón de imagen sin una propuesta real que contenga soluciones para los problemas del pueblo.

Pero el pueblo, la nación, nosotros, no tenemos la potestad sobre la elección de esos representantes porque no son para representar nuestros intereses sino los de la burguesía, por esta razón la elección de representantes no es un recurso útil para el pueblo. Sin embargo tampoco tiene caso dejar de votar, como se ha argumentado en el texto anterior, esto representa una contradicción de fondo que –creo- es el principal problema a resolver.

Si la elección no es más que una “mala broma” para justificar el derroche y malversación de miles de millones de pesos pero tampoco podemos dejar de ejercer el voto porque nos iría peor, entonces ¿cuál sería la solución?

Mi humilde opinión es que sólo la organización fuerte de los trabajadores, el frente nacional democrático patriótico y antiimperialista (FNDPA), puede generar la transformación de esta realidad. Sólo la organización del pueblo puede generar que los partidos oportunistas vuelvan sus registros electorales útiles para el pueblo. El FNDPA debe presentar una plataforma de acción elaborada a partir del análisis científico de la realidad nacional y presentarlo como puntos mínimos a asumir para que exista posibilidad de que algún candidato sea apoyado por el frente.

El PPS tiene la base de ese programa, está expresado en las plataformas electorales de 1988 y 1994, hay que debatir mucho aún al respecto y definir las propuestas exactas para la solución de cada problema en el contexto mexicano, pero la base esta allí.

Sin embargo debo insistir en que el PPS no puede, bajo ninguna circunstancia, ser “fuerza electoral”. Como supuesta vanguardia ideológica es necesario que se mantenga “libre” del vicio que acarrean las prerrogativas electorales. En el PPS no hay dinero que ganar sólo mucho trabajo por hacer, por eso los oportunistas y “fantoches” deben hacer conciencia de este hecho.

De cualquier forma, una elección en democracia representativa es sólo una mala broma...

(N. de la JPS: Los juicios vertidos por el Co. Ulianov Marín no corresponden a la opinión oficial del PPS ni de la JPS. Responden a la necesidad de debatir el tema electoral rumbo al 153 Pleno del Comité Central del Partido que sesionará los días 25 y 26 de febrero y en el que se decidirá la posición que asumiremos en la contienda político-electoral).

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